domingo, 14 de julio de 2013

Hijo de la Luna (Leyenda)

Se encontraba en un pequeño claro del bosque, tristemente iluminado solo por una enorme luna llena. La joven estaba arrodillada en una roca sollozando. Lo tenía todo preparado, tenía todo lo que necesitaba. Esa misma noche sus problemas acabarían, al fin. Desde el anochecer llevaba allí, el amanecer sería la hora apropiada. Había pasado toda la noche con los preparativos para aquel rito. Ya casi era la hora, ya veía aparecer los rayos del Sol en el horizonte. En seguida la Luna huiría de el y sería en ese momento de debilidad cuando podría hablar con ella. Justo cuando aparecía el Sol, un solitario rayo de la Luna iluminó el pequeño claro, y en el rayo venía una doncella -¿Porqué me has llamado, joven gitana? –habló una joven que en realidad no estaba allí. Era una mujer muy joven y anciana a la vez, hermosa como ninguna, pero siempre desdichada. Era la mujer engañada por excelencia, la que amaba y era correspondida pero no podía estar con su amado más que una vez al año. Y cada vez que eso ocurría el mundo se estremecía de terror. Los dioses la habían condenado a no poder unirse con su amado, porque si no, dejaría sin luz al mundo. Tras mucho suplicar, consiguió que le permitiesen reunirse con su amado una vez al año. Durante ese día, su amor eclipsaría el mundo. A cambio de esto, le volvieron estéril, jamás podría tener hijos, estaría siempre sola. -Señora Luna, te he conjurado porque hiciste una promesa a nuestra raza por ayudarte, hoy vengo a reclamar nuestra recompensa –habló la joven gitana. -Recuerdo esa promesa, doncella. Vosotras, las gitanas de la familia del astro de la noche, me ayudasteis a hablar con mi único amor que siempre huye de mi, a cambio os prometí que a vosotras no os pasaría lo que me pasó a mi. Cumpliré mi promesa. Cuéntame que es lo que te pasa. -He sido rechazada en varias ocasiones. No encuentro a un hombre para mi, necesito tu ayuda. Nosotras te reunimos con tu amor, el Sol, úneme tu al mío –suplicó con firmeza. -Tendrás a tu hombre, Piel Morena, pero a cambio quiero –dijo mientras subía al cielo- el primer hijo que le engendres y así dejaré de estar sola. Ya que yo no puedo concebir. -Así será, Luna de Plata –prometió entre sollozos la gitana. Era un alto precio el que tenía que pagar, pero podría tener más hijos. Y así mantenía la protección que les ofrecía la diosa Luna en ese mundo cruel. Dicho esto Luna se alejó del mundo mortal y volvió a su solitario lugar, triste por el futuro de la joven gitana, un futuro desdichado. Le habría gustado poder cambiarlo, pero ella no podía decidir en ese caso. Era el destino, ya se lo habían explicado los demás dioses. Poco después, se celebró una boda en el campamento gitano, la gitana había encontrado al ser querido. Fue una gran fiesta, vinieron gitanos de todo el país a celebrarlo. Era una gran pareja, la gitana había tenido mucha suerte al conseguir a aquel hombre. Su marido era un gran cazador conocido en todo el clan, fuerte y valiente siempre había ayudado al campamento con sus presas. Aproximadamente un año después, la mujer dio a luz a un niño del padre canela, pero el niño era blanco como el lomo de un armiño, de ojos grises y cabello plateado. Realmente el era el hijo de la Luna, no el suyo, pensó la gitana apenada. Tendría que explicárselo todo a su marido, pero no sabría escoger las palabras adecuadas. Tenía suerte de que el gitano estuviese de cacería. Aun tardó algunos días en volver, pero la gitana no sabía que decirle a su esposo. Cuando al fin regresó, una noche de luna llena, el gitano se enteró de que era padre y se dirigió contento a su hogar a conocer a su primogénito. En la puerta se encontró a su mujer con el rostro empapado por las lágrimas. -¿Dónde está mi hijo, mujer? –preguntó, ignorando sus lágrimas. -Dentro, durmiendo. Pero te suplico que no entres aun –pidió la gitana, pero su marido la ignoró. Al entrar, el gitano vio a su hijo, completamente pálido, un niño albino. No podía ser hijo suyo. -¡Maldita tu estampa! gitana. Este hijo es de un payo y yo no me voy a callar –gritó furioso, despertando al niño. ¿De quién es el hijo? Me has engañado fijo. El gitano, al creerse deshonrado, se dirigió a su mujer, con un cuchillo en la mano y de muerte la hirió entre los sollozos del niño. A continuación cogió al niño y se fue al monte con el niño en brazos y allí lo abandonó. Al borde de la muerte, la madre aun pudo murmurar algunas palabras. - Hijo de la Luna, en la distancia siempre te añoraré, yo seré tus más hermosos sueños. Yo estaré allí donde tu estés, yo siempre velaré por ti. Yo seré tu inspiración y tu protección, siempre te cuidaré. Y a ti Luna te maldigo, me diste un marido y este me ha matado y me ha robado a mi hijo. No permitiré que tengas a mi hijo aunque tenga que vagar por siempre en este mundo. En ese momento se le apareció Luna. - Dime Luna de Plata, ¿qué pretendes hacer con un niño de piel? - Tranquila, cuidaré de el, no dejaré que le ocurra nada. Si el niño llora, menguaré para darle una cuna y le meceré. Si tiene frío, le rodearé de nubes que le protejan. Al igual que yo, estará envuelto en oscuridad, pero siempre iluminará el camino a los demás.

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