miércoles, 16 de septiembre de 2015

Cuentos y Relatos.(Para refrexionar)







El Árbol que no sabía quien era



Erase una vez, hace mucho, mucho tiempo, un hermoso huerto con cientos de árboles y arbustos frutales. Manzanos, perales, naranjos y limoneros convivían felices con chumberas y otros arbustos llenos de moras y frambuesas.

Todo era alegría y satisfacción en el huerto excepto por un árbol que siempre estaba profundamente triste.
Un lozano y esbelto manzano le preguntó: 
- ¡Oye! ¿Por qué estás tan triste?
- Pues porque no se quién soy - contestó el pobre y desconsolado árbol.
- Tal vez necesites esforzarte un poco más y concentrarte plenamente en tener manzanas. Si lo intentas con tesón, ya verás como darás dulces manzanas - le contestó el lozano manzano.
- ¡Pero qué dices! - exclamó el limonero. Es mucho más fácil dar limones a montones.
- ¡No, no! - dijeron los arbustos de frambuesa. Es mejor dar sabrosas y rojas frambuesas.
El árbol ya no sabía qué hacer. Intentó dar manzanas, luego limones y por último frambuesas. Y por más que lo intentó, no lograba dar sus frutos. Cada vez se sentía peor. Más triste y más frustrado.


Un día llegó al huerto, Arcano, el búho. Arcano era la más sabia de las aves y al observar el pésimo estado de ánimo de aquel árbol le dijo:


- Querido árbol, no te preocupes. Tu problema tiene solución. Es el de muchísimos seres sobre la faz de la Tierra. Escucha con atención: no dediques tu vida a ser lo que los demás quieren que seas. Conócete. Conócete en profundidad. Escucha tu voz interior, confía y sé tú mismo.
Y dicho esto, el búho abrió sus alas, voló y desapareció en el horizonte.
El árbol se preguntó a sí mismo:

- ¿Conocerme? ¿Mi voz interior? ¿Ser yo mismo?
De pronto, el árbol cerró los ojos y se concentró. Los sonidos del huerto se aislaron por un momento. Sintió cada vez más como la sabia circulaba por su tronco, por sus ramas y llegaba a sus hojas. Finalmente, escuchó su voz interior que le decía:
-Tú nunca darás manzanas porque no eres un manzano, ni crecerán en ti flores de azahar porque no eres un naranjo. Tú eres un roble, y tu destino es crecer grande y majestuoso para dar cobijo a las aves, sombra a los viajeros y hacer del paisaje un lugar más bello. Tú tienes una misión en esta vida. ¡Cúmplela! 
Y entonces fue cuando el roble se sintió fuerte y seguro de sí mismo. Entonces fue cuando, con determinación, se dispuso a ser aquello para lo cual estaba destinado desde un inicio.

Sólo entonces llenó el espacio que debía llenar. Sólo entonces fue respetado y admirado por todos los árboles y arbustos del huerto.

Y así fue como sabiendo el roble quién era, el huerto fue feliz por completo. 









En nuestra vida existen muchos momentos que estamos perdidos, unos nos dicen una cosa otros otra y nosotros no sabemos porque camino seguir.Confía en tu interior.
No elijas los caminos que te impongan sin preguntarte primero si es eso lo que realmente anhelas.












 Cuento para Reflexionar

Dijo. un hombre a otro:
-Con la marea alta, hace mucho tiempo, escribí con mi cayado, unas líneas en la arena. Y la gente aún se detiene para leerlas y cuida mucho de que no se borren. 

Y el otro hombre dijo:
-Yo también escribí unas líneas en la arena, pero lo hice durante la marea baja. Y las olas del inmenso mar las borraron y breve fue su vida. Pero dime; ¿qué fue lo que tú escribiste?

 Y el primer hombre respondió:
-Escribí Soy lo que soy. ¿Y tú, qué escribiste?
Y el otro hombre dijo:
-Escribí esto: 
                    "Soy sólo una gota de este mar inmenso"... 
                                                                               K. Gibran 



  




"La gente que me gusta" 


Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien se permite huir de los consejos sensatos dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios.
Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio.
Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. La gente que tiene tacto.
Me gusta la gente que posee sentido de la justicia.
A estos los llamo mis amigos.
Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría y la predica. La gente que mediante bromas nos enseña a concebir la vida con humor. La gente que nunca deja de ser aniñada.
Me gusta la gente que con su energía, contagia.
Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.
Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza en reconocer que se equivocó o que no sabe algo. La gente que, al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.
La gente que lucha contra adversidades.
Me gusta la gente que busca soluciones.
Me gusta la gente que piensa y medita internamente. La gente que valora a sus semejantes no por un estereotipo social ni cómo lucen. La gente que no juzga ni deja que otros juzguen.
Me gusta la gente que tiene personalidad.
Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano, es intentar sacarse de la cabeza aquello que no sale del corazón.
La sensibilidad, el coraje, la solidaridad, la bondad, el respeto, la tranquilidad, los valores, la alegría, la humildad, la fe, la felicidad, el tacto, la confianza, la esperanza, el agradecimiento, la sabiduría, los sueños, el arrepentimiento y el amor para los demás y propio son cosas fundamentales para llamarse GENTE.
Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido.
                                                                                                          M. Benedetti




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